Monday, November 19, 2007

33.

¿Cómo la cebada le puede cambiar el destino de la gente? Parece canción de Fito Paéz o título de algún blog pretencioso (como éste). Sucedió en Mendoza, Argentina, en un café donde venden cerveza. Eran como las 20 horas. Una niña de cinco años me dejó una tarjeta y se perdió. La cambiaba por unos pesos. Era una tarjeta con un mensaje de amor y unos osos como los cariñositos.
Yo esperaba a un chica que había contactado por el diario, una dama de compañía, como le llaman. Una visitadora. Da lo mismo. Tu eres Pantaleón. Como siempre. Las putas son un vicio. El vicio lo heredé de un pariente. A la tarjeta le puse mi nombre y mi fono, además le dejé unos pesos. La pequeña mano arrancó la tarjeta de la mesa, con los pesos, claro.
La dama llegó. Supongamos que se llamaba Evita. Y vos sos Maradona. El mismo... La invité un café. Le dupliqué la tarifa. El garzón llegó con una Quilmes de litro para Evita. Le parecí un buen tipo, me dijo después cuando le despidí en el terminal de buses. Otro chileno más que va a putear a Mendoza. Me creyó. Estudiaba en Córdoba, en una universidad, hasta la crisis económica. De ahí: a su pueblo y a Mendoza.
Los chilenos son el negocio. Vienen por las carnes y el sexo. A comer. Otros vienen por el sexo y los libros o el rock o el fútbol... Vienen en grupos. A veces son prepotentes, pero en el cama se dejan llevar. No atiendo borrachos. Sólo otra más. No lo digo por ti. Pronto espero dejar esto y volver a mi pueblo. Todas dicen lo mismo. Tengo una hija allá, sabés. Se llama (no me acuerdo...). Es mi vida. Debí repetirle que todas dicen lo mismo: A los hijos los cría la abuela. Los hijos creen que la abuela es la madre. Y la madre discute con la abuela por el protagonismo. Y después la abuela se muere de vieja. Eso. Todos los meses les mando dinero. Están mejor que antes. Tu sacrificio. Por mi hija.
¿Y piensas enamorarte? Sí: de alguien de mi pueblo o de Córdoba ¿Y de un chileno? No me cierro, aunque por su modito de hablar siempre me recordará que fui una puta. Me gustaría conocer tu país, pero prefiero ver a mi hija. Conseguirías marido en Chile, no lo dudo. Es asunto de tiempo. A las argentinas le va bien. A los argentinos igual. Son lindos ustedes. Después de todo alguien me reconocería. Siempre pasa: sos una puta y todo eso. No me lo banco.
Lo llamo por lo de la tarjeta, la de los osos ¿Qué quiere? Quería proponerle algo ¿Podremos juntarnos? ¿Es con respecto a la piba? Me gustaría juntarme con usted mañana ¿Puede ser aquí mismo? Usted es chileno, verdad. Debe conocer mi acento ¿La invito a una cerveza? Ahí veré ¿A qué hora, dijo?.

1 comment:

Gabriela Palomino said...

Sabes? siempre te leo con una sonrisa. Tus textos siempre me originan una sonrisa. Gracias por eso.

Muy bueno "Bellaco"