Monday, April 30, 2007

37.

Estoy en la cabina 12 de un ciber indecente. El muro que está a mi derecha tiene un mapa de secreciones secas. En el basurero duerme una bolsa de papel café tipo McDonald, un vaso plástico de bebida y un tejido de papel higiénico. Me apunta una luz fluor que sobresale de un globo ocular de plástico encerrado en una caja de latón en cuyo costado aparece una cadena de perro; también distingo un candado pequeño.
El tipo que estuvo aquí tenía raras costumbres sexuales. Ya no me sorprenden los historiales de los computadores. Son las 18 horas. Siento la voz -a pesar de mi otitis- de un tipo instando a otro hacer algo que no quiere. Siento humor de cigarro. El tipo se decide y ríen. La risa se camufla con algo de reggaeton que expele un parlante de auto pegado en el techo. No tengo nada contra el reggaeton, ni tampoco contra esa Shakira que brota como maleza en el dial.
Hace media hora que estoy acá. Es un ciber barato. 500 pesos vale la hora. Alto Hospicio siempre será más económico que Iquique.
Pruebo el Chevy Nova. Es un auto ancho, rugidor y petrolero. Da gusto manejarlo. Huele a limpio, a desodorante de auto –a coco-. Desde mi ventana en la pensión observé como Julio lo limpiaba. Está en sus manos maestro, me dijo con una sonrisa amigable después del almuerzo. El tipo está obsesionado conmigo o no sé porque mierda sacó que yo era un buen conductor, responsable. Tal vez tengo cara de taxista, o me estoy mimetizando con Galleguillos. No sé que vio en mí. Deben estar muy jodidos sus vecinos.
Acabo de recorrer algunas calles estrechas, nuevas. Alto Hospicio cada vez se parece más a esas ciudades de los países socialistas de antaño. Todas las casas iguales o parecidas, hechos en serie por el Minvu. Los edificios son chatos y gordos, y dejan poco espacio para colgar ropa. Otra detalle es que la mayoría de las botillerías tiene rejas para atender. El tipo que me vendió la cerveza me dijo que era por la pasta base.
Me detuve en el Renacer. Ahora es una restaurant que se llama “El Rancho de Carlitos”. Venden parrilladas. Un garzón me dijo que no conocía a Quispe, pero llamó a otro. El lugar está cambiado. Pedro me saludó afectuosamente. Recordó algunos detalles aunque me dijo que era imposible ubicar a Quispe. De repente se aparece por acá, afirmó. Le dejé mi número telefónico sin esperanza que me llame en todo caso.
Recién hubo un corte de luz en el ciber. La mitad de los computadores se apagaron, incluido el mío (tuve que reescribir este fragmento). Gracias al corte conocí a mis vecinos. Sus caras y expresiones son fáciles de descifrar. Ninguno me miró a los ojos. Tal vez les da vergüenza estar aquí. Tal vez pensaron que soy de su misma especie.
El miércoles pasaré frente a la cárcel de Acha, en Arica.

Saturday, April 28, 2007

36

Me despertaron las sirenas. Me tapé la cabeza con la frazada hedionda a humedad. Eran las 8.30 horas. Aquí todo tiene un fétido aroma a toalla húmeda. La vieja me dijo que si quería, podía comprar mi propia “ropa de cama”. En la Zofri son baratas las sábanas Canon, agregó. Estos días tuve recaída por otro resfrío mal cuidado. Volví al hospital, a urgencia. Estoy cerca. Dos cuadras más abajo, por calle Oscar Bonilla con Tarapacá. La gente de la pensión es solidaria después de todo. Me han traído pastilla y me sirven té. Hay una mujer muda –de 40 años hacia adelante- que es la más preocupada. Parece que mantiene una relación con “Pancho”, un grueso vendedor ambulante de edad desconocida. “Pancho” siempre me cuenta de su juventud, en el sur, en Concepción. Almuerzo al frente. En la casa de la señora Charo. Es barato, no sé si bueno –a estas alturas no estoy como para regodearme-.
El marido de la señora Charo, Julio, me ofreció conducir uno de sus taxis. Es un Chevy Nova amarillo de los años 80, pero con un motor nuevo, rugidor como avioneta. Quiere que haga el trayecto de Iquique a Arica, ida y vuelta. Son como tres horas de viaje –o menos-. Le dije que la próxima semana partía. Me gusta la idea, por un tiempo, tal vez un mes, lo justo para lo que me resta, aunque no sé como responda. Acepté porque así tendré una comunicación más directa con el cura Sergio. No me ha respondido los últimos mails. Tal vez se sintió manipulado o encontró este blog.
La señora Charo se atrasó con el almuerzo. Pasó toda la mañana frente a una casa, en la otra cuadra, junto a la vieja de la pensión y todo el barrio. Sólo alcancé a ver la camioneta rectangular del Servicio Médico Legal. El crimen fue desmenuzado en el almuerzo. Todos conocían a la mujer, parecía tranquila, también a su marido. Los hijos de ambos jugaban en la cuadra. Fue un crimen pasional, me dijo la señora Charo con cara de contarme la historia. Parecía disfrutar los detalles sórdidos, mientras cortaba rodajas de tomate con un cuchillo. Concluyó que adoptaría a uno de los hijos de la pareja, si tuviera dinero. “Ellos no merecieron a esa clase de padres”. Nadie elige a sus padres, le dije. Y agregué esas frases que uno dice cuando almuerza con una señora de ese tipo: “los hijos son el mejor regalo del amor”.
-Si hubieran querido más a sus hijos, no habría asesinado a su marido, ni se habría matado ¿Qué destino tendrán ahora los pobrecitos?- afirmó.
-Tal vez a futuro ellos hagan lo mismo- dije.
-¿Cómo?- dijo.
-Maten a sus parejas y después se maten ellos- dije.
Estoy en el computador de la hija de la señora Charo. Es lento, algo anticuado, pero me sale gratis. Le envié otro mail al padre Sergio.

Tuesday, April 24, 2007

35

Teme que me aparezca afuera del canal con la pose desquiciada de Jack Nicholson en El Resplandor. Película que vimos una noche cualquiera de verano -a principios de los años 90-. Tuve suerte de ubicarla. Me contestó bien, de buen ánimo. Me preguntó hasta como estaba y como me sentía. Raro. Tal vez su nueva pareja le dijo que me tratara con algo psicología o derechamente se asustó cuando le dije que iría a Santiago. Fue generosa. Le está yendo bien. “Todo los meses te puedo depositar lo mismo, pero por favor no te vengas a meter acá”. Bien, pero igual iré. Gracias a ella regresé a un ciber decente: con café de máquina, buena música -creo que es Moby- y ambiente turístico, relajado. Le dije que me conformaba con mirarla por televisión. Se río, tosió y colgó.
Creo que Natalia me quiso demasiado, aunque ahora reaccionó por miedo. Es natural casarse enamorado, ambos lo estábamos. En ese momento fue lo mejor vivir donde mis suegros. Había espacio y comodidad en la casa. Nuestra relación pareció mejorar cuando entró a trabajar al canal. Yo hacía trabajos pequeños para una revista de decoración. En la revista le fui infiel. Después perdí la cuenta de mis infidelidades. Ella parecía normal aunque a veces llegaba tarde. Siempre se justificaba de manera creíble, yo también. A su hermana le gustaba la misma música que yo.
Galleguillos decía que uno partía siendo infiel y terminaba asesinando. El partió al revés.
Su madre le dijo que estaba aburrido que el gueón le pegara. El tipo no tenía un trabajo estable. Si bien sacó a su madre de la prostitución, después cuando bebía la trataba de puta y la golpeaba. Esperaron el momento y actuaron. Galleguillos me dijo que no le costó. Más difícil le resultó tranquilizar a su madre. “Ella murió con la culpa de haberle quitado la vida a alguien. Sentía que se iba a ir al infierno”, me dijo.
Nunca hablamos de su período en Linares. En televisión y con toda la bulla que se armó con su detención recuerdo un reportaje donde le achacaron algunos crímenes en esa ciudad. Nunca se comprobó su autoría, ni se investigó sobre el tema.
Me dijo en broma que por diversas circunstancias –atropellos- acarreaba una docena de muertos.
Matar bajo la mirada de una madre es algo que no cualquiera lo puede decir. Fue ella quien me metió en esto, dijo suelto de cuerpo.

Saturday, April 21, 2007

34.

Esta mañana un chico de cuatro años -calculo- me apuntó con su ametralladora luminosa en la sala de espera del hospital. Disparó contra mí varias veces. Se sorprendió al comprobar que no moría. Luego intentó con una mujer que estaba a mi lado. Ella tenía fiebre. El chico se sonrío cuando la mujer cerró los ojos y se hizo la muerta. Después apuntó la pistola a una máquina de café. Su madre, en tanto, lo miraba con pasividad, con ojos enfermos.
El niño siguió disparando después que su mamá se perdió tras la pesada puerta de la sala de urgencia.
Imaginé a un niño Cho Seung-Hui –el surcoreano autor de la matanza de la universidad de Virginia Tech- jugando con su ametralladora luminosa.
¿Qué habría pensado Galleguillos del surcoreano? Galleguillos se habría enterado por el diario, al otro día. El nunca siguió la CNN y ni tampoco veía noticieros. Trabajaba a la hora de los noticieros. En todo caso yo se lo habría contado en el V16, con los detalles, como debe ser.
Pienso que Cho partió con una masturbación frente al espejo. Sus testículos dispararon hasta el cansancio sobre su imagen.
¿Qué culpa tuvieron los universitarios? ¿Qué culpa tuvieron las chicas de Alto Hospicio? Galleguillos como Cho o Chikatilo trascendieron a su desgraciada manera. Se me ocurren los tantos otros que trascendieron como ellos, asesinando. En la historia reciente de Chile hay muchas justificaciones –porque este país es de justificadores- para cubrir los asesinatos masivos o los asesinatos en cadena o los asesinatos por una causa inclusive (mientras los desaparecidos seguirán ahí, bajo tierra, fondeados en hoyos, en fosas, al fondo del mar, esperando).
Pienso –aquí entre las bocanadas de fritura que expele el rectángulo de aluminio cargado de aceite y papas, en este ciber marginal- en la congoja cínica de Bush, de padre de su familia, cuando se lamenta por los chicos asesinados por Cho, y el contraste con su guerra: con sus marines humillando a los prisioneros. Si Cho hubiera sido norcoreano, ya Bush le habría declarado la guerra a Corea del Norte. Ganas le sobran a Bush.
Le tengo bronca a ese Bush como a Cho. Son esa clase de sicópatas mediáticos que se vienen; sicópatas que buscan el aplauso universal; sicópatas de ametralladores luminosas.
Galleguillos, en cambio, fue el perfecto sicópata de una despreciada toma de terreno de Alto Hospicio, donde la CNN no llega ni los noticieros impactan; donde los crimenes son pan de cada día y donde cada uno trata de salvarse como puede. Galleguillos es un sicópata tercermundista, como el Monstruo de los Andes o Garavito. Me dijo que sentía como un hormigón, un insecto controlador de polillas. Le dije que era un fascista de mierda. Se río como hiena, como siempre.
También me reí después que Natalia, hace media hora, me dijera que mi dinero estaba en el banco. Es sábado, le dije. Tendré que esperar hasta el lunes para ocuparlo.

Wednesday, April 18, 2007

El monstruo de Los Andes

... López (el monstruo de Los Andres) actuó a finales de los años 70 y principios de los 80, tiempos convulsionados por dictaduras, guerrillas y narcotráfico. Pudieron haberle achacado más asesinatos (era un delincuente marginal). Reconoció 300. La sacó barata: se ganó la perpetua en una cárcel de Ecuador. Ni la policía de Ecuador creyó en la desaparición de alrededor de alrededor 100 mujeres (en Perú y Colombia sumó el resto). Las autoridades concluyeron que las desapariciones se estaba produciendo debido al crecimiento de la demanda de esclavos sexuales y trata de blancas, hasta que alguién encontró una fosa común, un hoyo... (del fragmento 33)

33.

Por Pedro Alonso López, “El monstruo de los Andes”, pude saber algo de su niñez y su relación con su madre.
Galleguillos no se convencía de que López -colombiano- asesinara a 300 mujeres entre Ecuador, Perú y Colombia. Yo tampoco. López actuó a finales de los años 70 y principios de los 80, tiempos convulsionados por dictaduras, guerrillas y narcotráfico. Pudieron achacarle más asesinatos (era un delincuente marginal). Reconoció 300. La sacó barata: se ganó la perpetua en una cárcel de Ecuador.
Ni la policía de Ecuador creyó en la desaparición de alrededor de alrededor 100 mujeres. Concluyeron que las desapariciones respondían al crecimiento de la demanda de esclavos sexuales y trata de blancas, hasta que alguien descubrió una fosa común, un hoyo.
Para nadie debe resultar grato reconocer que su madre fue prostituta. Por eso me crio mi abuela, me dijo. López fue hijo de una prostituta; el séptimo de 13 hermanos, nunca tuvo una infancia normal. Galleguillos tampoco. La madre de López era una mujer dominadora. Llegó a torturar a su hijo. Indiferente a sus obligaciones en el hogar, cualquier pretexto era bueno si le permitía estar en las calles.
Así comenzó a delinquir. Ignoro a que edad Galleguillos cometió su primer crimen, pero partió en el sur –según me dijo- después de la muerte de su abuela.
Pedro Alonso partió en la cárcel a los 18 años. Asesinó a sus cuatro violadores.

Nunca pensé que viviría en este sector -cerca del hospital-. La pensión es barata. Las habitaciones son de una madera que parece corcho. Hay olor a pasta base después de las 22 horas. Mis vecinos son vendedores ambulantes y fuman cuando pueden. Siempre me invitan. Creo que les intrigo. A estas alturas no sé que mierda parezco. A la dueña de la pensión, Teresa, le pagué dos semanas. Todas las noches he escuchado sus gemidos secos. No me preguntó siquiera el nombre, menos que hacía. Sólo me recomendó que tratara de no fumar dentro de la habitación. Es buen lugar para ocultarse. Hoy cuando llamé a Toña, me contestó un chico.
“Papa ciber” se llama esta porquería donde estoy ahora. Mientras escribo esto, a un metro hay un gueón friendo papas. Es un ciber hediondo, pero barato. Intanteré con Natalia: todavía me debe plata.

Cuando murió su abuela, Galleguillos, con 14 años, regresó a vivir con su madre, coincidió con el tiempo en que conoció a Ana, su primer amor.
Me justificó que su primer crimen fue por defender a su madre.

Tuesday, April 17, 2007

32.

Me fue mal con su encargo pero averigue algunos datos que le pueden servir.
Los presos me dijeron que estaba en tratamiento. No insistí. Me explicaron que el tratamiento consistía en drogas para dormir. A veces pasa tres días sin dormir, leyendo o escribiendo. Un gendarme me dijo que habitualmente pedía libros de ciencia ficción -a la biblioteca-. El último que leyó fue Los Astronautas de Yavé de J.J Benítez.
Me llamó la atención que escriba su propia versión del Apocalipsis: “...Dios no tendrá piedad ni misericordia con nadie, exterminará a todos los impíos y triunfante cabalgará junto a su ejército sobre la ciudad destruida por el fuego celestial”. Me lo recitó de memoria Javier, un boliviano que está preso por narcotráfico. El es uno de los que está convencido en la inocencia de Galleguillos. “Por sus manos escribe Dios”, me aseguró.
Al igual que usted me interesa el tema de Galleguillos. Sé que es culpable porque creo en la justicia, aunque trataré de ganarme su confianza para que reconozca sus crímenes y le pida perdón a Dios y a las familias involucradas.
Bendiciones, Sergio. (Posiblemente el viernes intentaré acercarme a él. No se preocupe cuando tenga la oportunidad le preguntaré si lo recuerda).


Gracias padre. He pensado que por ahora es mejor que no le pregunte por mí. Apelando a su buena voluntad me interesa que me siga contando a través de estos mail, más detalles sobre su actual situación. Me interesa también ese apocalipsis que escribe. Le insisto: escribo un reportaje sobre Galleguillos, para una revista de México. Saludos y en las próximas semanas me apareceré por allá.

Un abrazo y gracias nuevamente por su aporte.


Vengo de caminar por la playa. Siento arena dentro de las zapatillas. Estoy en una casa, frente a Cavancha, que a la fuerza fue dispuesta como ciber. Son las 15.30 horas. A mi lado hay una gringa media gruesa que mueve los dedos como enajenada. Ni siquiera tuvo la amabilidad de mirarme cuando me senté a su lado. Lo primero que haría sería echarle desodorante. A este ciber le falta ventilación.
Me puede ayudar, me dijo con su acento gringo.
Claro, le dije.
Cuando me agaché a conectar el cable de su cámara fotográfica al PC me encontré con el rostro de Charles Manson tatuado en su pantorrilla. Pensé en la manera en que recordarán a Galleguillos. Tal vez en 20 años más la gente se olvide.

Sunday, April 15, 2007

31.

Marta Belmar tenía un parecido físico a su primera novia.
Conoció a Ana –creo que tenía otro nombre- en una liceo de Linares. Me mostró las cicatrices en su muñeca. La chica regresó con él para que no se matara. Después la golpeó por puta.
Marta Belmar subió al V16. La saludó con un beso en la mejilla, afectuosamente. Vivían cerca. Era la madrugada de un día de verano, hacía calor. Abrí la ventana del auto. La chica bailaba en un grupo folclórico. La encontramos afuera del Club Deportivo Norteamérica, en calle O’Higgins –donde todos los fines de semana se organizaban tambos-. Veníamos de jugar fútbol y beber cervezas. Le preguntó cuánto le cobraba a La Negra. Te llevo gratis, pero si me esperas unos minutos. Vamos, respondió la chica.

Esta tarde le dejé unos bombones a Marta Belmar y a Sarita Soto. Una mujer que estaba en la animita me preguntó si me burlaba de la desgracia ajena. Le dije, de manera irónica, que era una especie de ritual psicomágico. Me puso cara de incrédula como si tratara con el peor charlatán. Ahora estoy en un ciber, en avenida Los Cóndores en Alto Hospicio. Espero la respuesta del cura Sergio.

El padre de Marta no cree que su hija esté muerta. Hace un tiempo pidió la exhumación de los cadáveres. Marta tenía buenas calificaciones en el liceo, además destacaba en el grupo folclórico. Era morena, delgada, de caderas gruesas y pelo negro. Sus piernas eran largas y carnosas, bellas. Sobresalía en la diablada que participaba. Era devota a la Virgen del Carmen, como su familia. En julio peregrinaban a La Tirana.
Era la única de hija de Luis Belmar, el pelado como le decía Quispe.

La chica no se sorprendió cuando me bajé en el último rincón de la población Jorge Inostrosa. "El Colocolo" –el trafi- tampoco. Cuando lo encendí, Marta afirmó que su pololo fumaba. Me pidió una quemada, mientras Galleguillos permanecía quieto, como gato aguardando a una paloma.
Ana quedó embarazada de su padrastro. Galleguillos quiso matar al padrastro, pero este le sacó la mierda antes por golpear a su hija. Le dijo que a la próxima lo mataría.

Marta propuso ir a la discoteca Kamikaze, a comprobar si su pololo la engañaba. Pásate para adelante, le dijo Galleguillos. La chica le hizo caso. Nos paramos en los estacionamientos del Kamikaze. Aproveché de beber más cerveza y quemar un resto. Galleguillos y la chica estaban al acecho. Gueones tontos, le dije. Marta tuvo razón con su pololo. Galleguillos aceleró y alcanzó a golpearlo. Retrocedimos como a 100 por hora y nos largamos hasta la salida sur de Iquique. Pasamos Los Verdes. Marta estaba borracha, yo igual.
El papá de Marta recorrió prostíbulos de Tacna, Cochabamba, La Paz y Santa Cruz de la Sierra. No la encontró. Por eso le redactó una carta al presidente Lagos.
La chica accedió a los besos de Galleguillos. No le costó desnudarla. Sus senos eran grandes y blandos. En medio del acto le vino un ataque de epilepsia. El resto fue buscar una manera como tranquilizarla, hasta que Galleguillos se descontroló.
Sentimos paz cuando terminamos.

Friday, April 13, 2007

30.

...entiendo que se cree un semidios (o los presos lo hacen sentir así). Es inteligente, manipulador, en comparación a otros criminales que he conocido.
No está aislado. Si bien no recuerda -o no quiere reconocer- los crímenes, su presencia y los prejuicios hacen que uno sienta que está frente a un criminal. Su mirada es penetrante. Sus dedos son cortos, sus manos anchas y sus brazos fuertes. No podría decir si está más flaco o gordo. Sólo vi las fotos que todos conocen cuando se declaró culpable. Entiendo que uno siempre se fija en detalles como las manos o la mirada cuando se trata de asesinos. Inconcientemente uno lo imagina matando.
Me saludó vigorosamente. Me aclaró de entrada que estaba decepcionado de Dios -había olor a cloro en el cuarto-, que se aburrió de la Biblia y que Alto Hospicio era un pueblo perdido en el desierto, un lugar hecho por el gobierno para arrinconar a los pobres, a los marginales; un perfecto sótano de Iquique...
Me dijo que como taxista vio muchas cosas terribles, pero trató de ayudar en contraste con otros que se cruzaron de manos. Me habló de rescatar como el pescador de hombres. Se silenció unos minutos, y me habló de la vida eterna, de la trascendencia de la muerte, del paraiso.
Gesticuló con sus manos para decirme que su misión en la tierra era ayudar a otros para alcanzar la vida eterna, al mismo Dios. La conversación estaba siendo grabada por una cámara ubicada en el techo de la sala.
Dijo que Dios le había dicho que se declarara culpable.
Después recordó ver a chicas adolescentes prostituyéndose por droga. Culpó al gobierno y a Soria, el alcalde de Iquique.

Al final me dijo estaba preso por un complot en su contra tramado por el comisario de Alto Hospicio, un tal Marambio.

Esto fue ayer. Ojalá te sirva, bendiciones.

Sergio
(Me han dicho que los gendarmes lo utilizan de monitor antidrogas y que se ha ganado el respeto de los otros presos, aunque en el pabellón comparte con peruanos y bolivianos que cayeron por narcotráfico).
Tal vez el domingo pueda conversar con él.
Pregúntele por mí. Gracias.



Tuesday, April 10, 2007

29.

Galleguillos dijo que yo era como su Mateo -el de la Biblia-.
Fue después de una fiesta en la comisaría, cuando amanecía. Las chicas que nos acompañaban rieron de manera burlesca. Galleguillos les siguió el juego. Me sorprendió tanta complicidad. Parecían amigos. Estaban medias aturdidas por la noche y con el cutis brilloso. Podía oler su sexo blandusco, chorreante. Una me dijo que yo parecía un oficinista alcohólico, de esos con doble vida. Eran tres. Abrí la ventana. El viento de la madrugada limpió la oxidada atmósfera. Ibamos rápido, a 140 km por hora según el tablero del V16. Pensé que Galleguillos se dormía y terminaban las desapariciones, pero ya estábamos en Iquique, por la circunvalación en dirección a la Zofri. Andaban armadas, según Galleguillos. Con cuchillos. Las dejamos en su casa, en la Jorge Inostrosa. Le dicen “las chicas superpoderosa” y son primas, afirmó Galleguillos.
Unos meses después una de esas chicas, Mariela –creo que se llamaba- me acusó de que esa noche le robé una cadena de oro.

En el hospital, una enfermera me habló de la niña heroína. La atendió después del ataque del psicópata. La chica hablaba bastante, de su pololo, de su mamá… no parecía shockeada, a pesar de lo que se decía. Hace una hora pasé por el lugar donde vivió la chica, según me dijeron los vecinos. Había una mediagua habitada por unos hermanos ecuatorianos cesantes, que por oídas sabían de la historia. También pasé por la casa de Galleguillos. Es un montón de escombros, pero hay indicaciones, como unos graffitis, que indican que hay vivió el psicópata de la conchesumadre...
Su mujer me invitó a pasar. Le dije que no se preocupara, que esperaba afuera a su marido, pero insistió. Recuerdo que las paredes estaban decoradas por unos cuadros chinos de color rojo. La sala estaba ordenada y destacaba un florero con unas rosas medias marchitas. La mujer me sirvió un vaso de Bilz y encendió el televisor. La dejó en un partido de fútbol inglés. Me preguntó si venía a buscar a su marido para jugar. Le respondí que era taxista, y venía por un asunto del auto. A los cinco minutos apareció Galleguillos, con una mochila. Vuelvo de madrugada, le dijo a la mujer que asintió con una expresión de conformidad. Le ofreció si la preparaba un sándwich. Demoró diez minutos.
Esa noche asesinó a Sarita Soto Rubilar.

A la fiesta de Marambio llegamos como a las cinco de la madrugada. La bulla de la comisaría podía escucharse en toda la cuadra. Los vecinos estaban resignados. Galleguillos recibió la llamada de Marambio cuando se aprestaba a quemar su camisa ensangrentada. Justificó la muerte de Sarita porque no tenía otro futuro más que la miseria. Fue un golpe certero en la cabeza. La chica no sufrió en comparación a Marta Belmar.

Sunday, April 08, 2007

28.

Hace una hora salí del hospital. Son las 20.30 horas. Estoy en un ciber hediondo a fritura, estrecho. Las cosas no salieron como quería. Pudo ser una gripe degenerada, los palos del taxista o cualquier otra infección.
Me atendieron bien, aunque no faltó quien me puso cara de asco.
Superhugo se acordó. Una negra lo acompaña en la foto. Dice que es colombiana, de Envigado. Es nueva. 30 mil sale la hora, con derecho a un trago. Su sauna se llama Annaiss. Está cerca de aquí, aunque no tengo ni plata ni ganas.
El cura de Arica también se acordó. Dice que me puede contactar con Galleguillos. Lo verá en dos semanas, a finales de abril. Tengo tiempo para seguir con esto. Mañana subo a Alto Hospicio.