Wednesday, April 18, 2007

33.

Por Pedro Alonso López, “El monstruo de los Andes”, pude saber algo de su niñez y su relación con su madre.
Galleguillos no se convencía de que López -colombiano- asesinara a 300 mujeres entre Ecuador, Perú y Colombia. Yo tampoco. López actuó a finales de los años 70 y principios de los 80, tiempos convulsionados por dictaduras, guerrillas y narcotráfico. Pudieron achacarle más asesinatos (era un delincuente marginal). Reconoció 300. La sacó barata: se ganó la perpetua en una cárcel de Ecuador.
Ni la policía de Ecuador creyó en la desaparición de alrededor de alrededor 100 mujeres. Concluyeron que las desapariciones respondían al crecimiento de la demanda de esclavos sexuales y trata de blancas, hasta que alguien descubrió una fosa común, un hoyo.
Para nadie debe resultar grato reconocer que su madre fue prostituta. Por eso me crio mi abuela, me dijo. López fue hijo de una prostituta; el séptimo de 13 hermanos, nunca tuvo una infancia normal. Galleguillos tampoco. La madre de López era una mujer dominadora. Llegó a torturar a su hijo. Indiferente a sus obligaciones en el hogar, cualquier pretexto era bueno si le permitía estar en las calles.
Así comenzó a delinquir. Ignoro a que edad Galleguillos cometió su primer crimen, pero partió en el sur –según me dijo- después de la muerte de su abuela.
Pedro Alonso partió en la cárcel a los 18 años. Asesinó a sus cuatro violadores.

Nunca pensé que viviría en este sector -cerca del hospital-. La pensión es barata. Las habitaciones son de una madera que parece corcho. Hay olor a pasta base después de las 22 horas. Mis vecinos son vendedores ambulantes y fuman cuando pueden. Siempre me invitan. Creo que les intrigo. A estas alturas no sé que mierda parezco. A la dueña de la pensión, Teresa, le pagué dos semanas. Todas las noches he escuchado sus gemidos secos. No me preguntó siquiera el nombre, menos que hacía. Sólo me recomendó que tratara de no fumar dentro de la habitación. Es buen lugar para ocultarse. Hoy cuando llamé a Toña, me contestó un chico.
“Papa ciber” se llama esta porquería donde estoy ahora. Mientras escribo esto, a un metro hay un gueón friendo papas. Es un ciber hediondo, pero barato. Intanteré con Natalia: todavía me debe plata.

Cuando murió su abuela, Galleguillos, con 14 años, regresó a vivir con su madre, coincidió con el tiempo en que conoció a Ana, su primer amor.
Me justificó que su primer crimen fue por defender a su madre.

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