Monday, April 30, 2007

37.

Estoy en la cabina 12 de un ciber indecente. El muro que está a mi derecha tiene un mapa de secreciones secas. En el basurero duerme una bolsa de papel café tipo McDonald, un vaso plástico de bebida y un tejido de papel higiénico. Me apunta una luz fluor que sobresale de un globo ocular de plástico encerrado en una caja de latón en cuyo costado aparece una cadena de perro; también distingo un candado pequeño.
El tipo que estuvo aquí tenía raras costumbres sexuales. Ya no me sorprenden los historiales de los computadores. Son las 18 horas. Siento la voz -a pesar de mi otitis- de un tipo instando a otro hacer algo que no quiere. Siento humor de cigarro. El tipo se decide y ríen. La risa se camufla con algo de reggaeton que expele un parlante de auto pegado en el techo. No tengo nada contra el reggaeton, ni tampoco contra esa Shakira que brota como maleza en el dial.
Hace media hora que estoy acá. Es un ciber barato. 500 pesos vale la hora. Alto Hospicio siempre será más económico que Iquique.
Pruebo el Chevy Nova. Es un auto ancho, rugidor y petrolero. Da gusto manejarlo. Huele a limpio, a desodorante de auto –a coco-. Desde mi ventana en la pensión observé como Julio lo limpiaba. Está en sus manos maestro, me dijo con una sonrisa amigable después del almuerzo. El tipo está obsesionado conmigo o no sé porque mierda sacó que yo era un buen conductor, responsable. Tal vez tengo cara de taxista, o me estoy mimetizando con Galleguillos. No sé que vio en mí. Deben estar muy jodidos sus vecinos.
Acabo de recorrer algunas calles estrechas, nuevas. Alto Hospicio cada vez se parece más a esas ciudades de los países socialistas de antaño. Todas las casas iguales o parecidas, hechos en serie por el Minvu. Los edificios son chatos y gordos, y dejan poco espacio para colgar ropa. Otra detalle es que la mayoría de las botillerías tiene rejas para atender. El tipo que me vendió la cerveza me dijo que era por la pasta base.
Me detuve en el Renacer. Ahora es una restaurant que se llama “El Rancho de Carlitos”. Venden parrilladas. Un garzón me dijo que no conocía a Quispe, pero llamó a otro. El lugar está cambiado. Pedro me saludó afectuosamente. Recordó algunos detalles aunque me dijo que era imposible ubicar a Quispe. De repente se aparece por acá, afirmó. Le dejé mi número telefónico sin esperanza que me llame en todo caso.
Recién hubo un corte de luz en el ciber. La mitad de los computadores se apagaron, incluido el mío (tuve que reescribir este fragmento). Gracias al corte conocí a mis vecinos. Sus caras y expresiones son fáciles de descifrar. Ninguno me miró a los ojos. Tal vez les da vergüenza estar aquí. Tal vez pensaron que soy de su misma especie.
El miércoles pasaré frente a la cárcel de Acha, en Arica.

No comments: