Tuesday, April 10, 2007

29.

Galleguillos dijo que yo era como su Mateo -el de la Biblia-.
Fue después de una fiesta en la comisaría, cuando amanecía. Las chicas que nos acompañaban rieron de manera burlesca. Galleguillos les siguió el juego. Me sorprendió tanta complicidad. Parecían amigos. Estaban medias aturdidas por la noche y con el cutis brilloso. Podía oler su sexo blandusco, chorreante. Una me dijo que yo parecía un oficinista alcohólico, de esos con doble vida. Eran tres. Abrí la ventana. El viento de la madrugada limpió la oxidada atmósfera. Ibamos rápido, a 140 km por hora según el tablero del V16. Pensé que Galleguillos se dormía y terminaban las desapariciones, pero ya estábamos en Iquique, por la circunvalación en dirección a la Zofri. Andaban armadas, según Galleguillos. Con cuchillos. Las dejamos en su casa, en la Jorge Inostrosa. Le dicen “las chicas superpoderosa” y son primas, afirmó Galleguillos.
Unos meses después una de esas chicas, Mariela –creo que se llamaba- me acusó de que esa noche le robé una cadena de oro.

En el hospital, una enfermera me habló de la niña heroína. La atendió después del ataque del psicópata. La chica hablaba bastante, de su pololo, de su mamá… no parecía shockeada, a pesar de lo que se decía. Hace una hora pasé por el lugar donde vivió la chica, según me dijeron los vecinos. Había una mediagua habitada por unos hermanos ecuatorianos cesantes, que por oídas sabían de la historia. También pasé por la casa de Galleguillos. Es un montón de escombros, pero hay indicaciones, como unos graffitis, que indican que hay vivió el psicópata de la conchesumadre...
Su mujer me invitó a pasar. Le dije que no se preocupara, que esperaba afuera a su marido, pero insistió. Recuerdo que las paredes estaban decoradas por unos cuadros chinos de color rojo. La sala estaba ordenada y destacaba un florero con unas rosas medias marchitas. La mujer me sirvió un vaso de Bilz y encendió el televisor. La dejó en un partido de fútbol inglés. Me preguntó si venía a buscar a su marido para jugar. Le respondí que era taxista, y venía por un asunto del auto. A los cinco minutos apareció Galleguillos, con una mochila. Vuelvo de madrugada, le dijo a la mujer que asintió con una expresión de conformidad. Le ofreció si la preparaba un sándwich. Demoró diez minutos.
Esa noche asesinó a Sarita Soto Rubilar.

A la fiesta de Marambio llegamos como a las cinco de la madrugada. La bulla de la comisaría podía escucharse en toda la cuadra. Los vecinos estaban resignados. Galleguillos recibió la llamada de Marambio cuando se aprestaba a quemar su camisa ensangrentada. Justificó la muerte de Sarita porque no tenía otro futuro más que la miseria. Fue un golpe certero en la cabeza. La chica no sufrió en comparación a Marta Belmar.

2 comments:

Luis Herrera said...

tu tarea es magna y complicada.

Escribes automáticamente o la tienes lista y la vas subiendo???

Perro said...

De hecho, que es complicada, pero la disfruto. Trabajé como periodista en Iquique en el tiempo del sicópata, fue un tema que a todos nos golpeó. Nadie pensó en un sicópata, pero bueno. Lo mío es ficción a partir del hecho real. Sobre el trabajo no lo tengo listo, lo voy subiendo de acuerdo a lo que escribo, especialmente de noche. En todo caso a veces lo voy revisando en el mismo blog, porque se me pasan algunas incoherencias y detalles. En fin, gracias por leer y saludos.