
Mientras masticaba un trozo de carne en una de la cocinerías ubicadas en el interior de feria de Alto Hospicio conocida como terminal, Samir pensaba en la paranoia de Sergio. En las siete u ocho cuadras que recorrió nadie se acercó de manera hostil. Ni siquiera le pidieron monedas. En el terminal, la gente parecía preocupada de comprar desde refrescos, CDs de películas, muebles y ropa de segunda mano. Había mucha gente. Otros comían choripanes chorreantes de grasa y mayonesa a su lado. Más allá a un chico bastante delgado le cortaban el pelo en una peluquería con piso de tierra. Tenía el pelo crespo y negro. Su madre era una mujer de no más de 30 años, algo gorda y de cabello amarillento. Parecía alterada o eso era lo que proyectaba en la conversación que sostenía por el celular. Cada garabato que lanzaba la mujer provocaba la inmediata mirada del peluquero. La mujer tensionaba la escena.
Samir se puso a fumar. Uno de los tipos que también comía, le preguntó de dónde era. De inmediato pensó algo andaba mal. Su intención no era andar de turista, sin embargo parecía diferente a la gente. Pensó en su afán observador y de ahí pasó a sus zapatillas. Miró los pies del resto y encontró similitud. Las zapatillas le habían jugado en contra. Podía pensar lo mismo de sus jeans.
-Soy de Santiago- le respondió con tono seguro.
-Yo era de Santiago, vivo aquí desde hace cinco años- le dijo el tipo, moreno de barba de alrededor de 40 años -¿Y qué le parece Alto Hospicio?
-No es para hacer turismo –le respondió Samir-. La verdad es que estoy de paso por un asunto familiar y no me he dado el tiempo para conocer mejor la ciudad. En todo caso me parece bastante alegre. No hay ningún lugar donde no esté la radio a todo volumen.
-Somos festivos los hospicianos –le dijo el tipo para después extender su mano como despedida- Acuérdese me llamo Cristian Marín, y trabajo en gasfitería. Cualquier problema que tenga su familia con cañerías me ubica aquí todos los días en esta hora.
Samir se despidió y comenzó a vagar nuevamente por la feria. Algunos rincones parecían discotecas. La chicas en su mayoría adolescente, rubias teñidas, se paseaban con poca ropa. Samir atrapó varias miradas, pero no quiso seguir. Las chicas casi siempre tenían a su alrededor chicos con aspecto de rapero y sombrero ladeado, que parecían quemar el tiempo con reggaetón. Parecían agresivos. No obstante le prestaron fuego para encender un cigarro.
Después salió de la feria con la intención de preguntarle al chico que le vendió el celular por el origen de éste. En realidad a eso había ido a la feria. En el local le dijeron que aquel vendedor había tenido que viajar urgente a Tacna. El problema fue que cuando iba de vuelta a la casa vio al chico caminando por la acera de frente en dirección a la feria.
Samir se puso a fumar. Uno de los tipos que también comía, le preguntó de dónde era. De inmediato pensó algo andaba mal. Su intención no era andar de turista, sin embargo parecía diferente a la gente. Pensó en su afán observador y de ahí pasó a sus zapatillas. Miró los pies del resto y encontró similitud. Las zapatillas le habían jugado en contra. Podía pensar lo mismo de sus jeans.
-Soy de Santiago- le respondió con tono seguro.
-Yo era de Santiago, vivo aquí desde hace cinco años- le dijo el tipo, moreno de barba de alrededor de 40 años -¿Y qué le parece Alto Hospicio?
-No es para hacer turismo –le respondió Samir-. La verdad es que estoy de paso por un asunto familiar y no me he dado el tiempo para conocer mejor la ciudad. En todo caso me parece bastante alegre. No hay ningún lugar donde no esté la radio a todo volumen.
-Somos festivos los hospicianos –le dijo el tipo para después extender su mano como despedida- Acuérdese me llamo Cristian Marín, y trabajo en gasfitería. Cualquier problema que tenga su familia con cañerías me ubica aquí todos los días en esta hora.
Samir se despidió y comenzó a vagar nuevamente por la feria. Algunos rincones parecían discotecas. La chicas en su mayoría adolescente, rubias teñidas, se paseaban con poca ropa. Samir atrapó varias miradas, pero no quiso seguir. Las chicas casi siempre tenían a su alrededor chicos con aspecto de rapero y sombrero ladeado, que parecían quemar el tiempo con reggaetón. Parecían agresivos. No obstante le prestaron fuego para encender un cigarro.
Después salió de la feria con la intención de preguntarle al chico que le vendió el celular por el origen de éste. En realidad a eso había ido a la feria. En el local le dijeron que aquel vendedor había tenido que viajar urgente a Tacna. El problema fue que cuando iba de vuelta a la casa vio al chico caminando por la acera de frente en dirección a la feria.