Wednesday, March 21, 2007

22.

Haga que no mira, me dijo, y desde un costado de la animita extrajo un bulto pequeño.
Hace rato que me observaba. En algún momento pensé en un asalto. Tenía cara de angustiado por la droga. Me miró fijo. Hablaba mal, algo gangoso. Noté que el gueón se calmó cuando le expliqué que era tío de una de las chicas, de Gretel Contreras. Después lo vi tomar un taxi con dirección a Iquique.

Dejé los bombones bajo el nombre de Gretel y bajé como a las 18 horas. Estoy en un ciber, entre las calles Vivar y Bulnes, en el centro. A mi lado hay escolares, de básica. La mayoría juega Play. El encargado de esta guevada piensa que soy otro cesante. Usa gafas redondas tipo Lennon y tiene el pelo ensortijado. Está acostumbrado a tratar con niños. Cuando le hable de imprimir me dijo que el currículum cuesta 150 pesos. Sácame la cuenta por 25 hojas, tamaño carta, le dije. Me miró con cara de alumno. Me recordó la cara de Galleguillos, cuando le conté que el caníbal de Rotemburgo congelaba carne humana en bolsas selladas.
-Las comía en momentos especiales, con champagne, vino chileno, caviar, camarones y otras guevadas… Para el maraco era un ritual de amor. Ambos se fundían en los intestinos-. dije
-Jajajajaja, me estai gueveando- me dijo.
-En el fondo es una historia de amor...-
-Jajajajajaja... el gueón sufría entonces cuando iba a cagar,- me dijo.

Galleguillos no puso un aviso en internet como el caníbal.
Se paró frente al liceo de Alto Hospicio después de las 19 horas. La imagen me recuerda a cualquier gueón eligiendo carne en un supermercado.
Estuve presente cuando Gretel Contreras se subió al auto, como también cuando la agarró del cuello y con un cuchillo en dirección al ojo, le dijo: cállate conchetumare, cállate… que si gritai te saco el ojo, gueona maraca…
Desde algunos metros observé lo que parecía una violación, mientras bebía media botella de pisco con Coca Cola. No sé cómo hizo este gueón para asear el V16.
Eran como las 20 horas. Caminé varios minutos en dirección a la carretera y tomé un taxi. Esa noche seguí bebiendo en un bar frente a Playa Brava.
Después de 3 días me reencontré con Galleguillos. Teníamos un acuerdo tácito de no hablar de los actos, pero en broma me dijo que aquella noche recuperó el gusto por el vino chileno. Le puse cara de asco.

Se lo dejo en 3.500 pesos, me dijo. Sume dos impresiones más, pero a color. Cuando el gueón vio las fotos de las chicas de Superhugo me miró con la misma cara que le puse a Galleguillos.

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