Una silueta de mujer se me acercó cuando tosí. La detuve. Me abrazó y siguió buscando a su hija. Se fue por una calle estrecha hacia un cerro.
Esperé el amanecer junto a unos alcoholizados vagabundos. Me ofrecieron vino. Después lo vomité mezclado con el sabor amargo de la bilis.
En este ciber las moscas pican.
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