Samir -el protagonista de esto- había llegado a Alto Hospicio para visitar a su amigo Sergio Mesías, reportero gráfico e instructor de parapente. Se conocieron en 1996, en Iquique, cuando en el verano Samir hizo el curso de parapente con el austriaco Philippe. A Mesías le tocó volar con Samir. Mesías, en esa época, era como el segundo instructor. Dejó de volar en 2001 por una mala caída con fractura de fémur. Cultivaron una amistad que después y por otras circunstancias derivó en contactar prostitutas y escribir sobre aquello. Ahora están unidos por un blog.
Esta vez Samir venía de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Su abuelo cultivaba plátanos en el Chapare. Su madre importaba los plátanos a Chile. Todos los veranos viajaba desde Santiago a Santa Cruz de la Sierra -prefería Santa Cruz que Cochabamba, sencillamente por un par de amigos y las chicas-. De vuelta se quedaba en la casa de Sergio, en Alto Hospicio; éste también lo visitaba cuando iba a Santiago. Acumulaban varias historias, todas relacionadas con chicas.
Sergio vivía frente al barranco. Abajo estaba Iquique. Las mejores fotos de parapente las había sacado desde el balcón. Todas las mañanas los tipos bajaban en vuelo aletargado hacia la playa de Iquique. Parecían zancudos. El mar era la otra pasión de Sergio. Practicaba caza submarina con un grupo que más se dedicaba a beber, que a cazar peces. Todos mayores de cuarenta años, como Sergio. La primera vez que hablaron de prostitutas con Philippe fue en el marco de estas cenas. Un gordo de apellido López, que vestía con una guayabera y un colorinche bermuda, también reportero gráfico, les ofreció carne de lobo marino. No estaba mala. Tenía la textura de carne de res cocida. Esa vez los tres terminaron en la cabaña de López, ubicada en la playa Chanavayita, con unas amigas de éste. Francisca se llamaba la chica con que durmió Samir.
A Sergio siempre le preguntaba por Francisca. Le pareció raro saber que ahora trabajara en una gasolinera, a la entrada norte de Alto Hospicio. No es tema hablar de Francisca, por ahora en ésto.
Después de beber cuatro latas de Tecate, le contó a Sergio sobre el celular y Carolina Martínez. Sergio le dijo que se deshiciera del celular.
Esta vez Samir venía de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Su abuelo cultivaba plátanos en el Chapare. Su madre importaba los plátanos a Chile. Todos los veranos viajaba desde Santiago a Santa Cruz de la Sierra -prefería Santa Cruz que Cochabamba, sencillamente por un par de amigos y las chicas-. De vuelta se quedaba en la casa de Sergio, en Alto Hospicio; éste también lo visitaba cuando iba a Santiago. Acumulaban varias historias, todas relacionadas con chicas.
Sergio vivía frente al barranco. Abajo estaba Iquique. Las mejores fotos de parapente las había sacado desde el balcón. Todas las mañanas los tipos bajaban en vuelo aletargado hacia la playa de Iquique. Parecían zancudos. El mar era la otra pasión de Sergio. Practicaba caza submarina con un grupo que más se dedicaba a beber, que a cazar peces. Todos mayores de cuarenta años, como Sergio. La primera vez que hablaron de prostitutas con Philippe fue en el marco de estas cenas. Un gordo de apellido López, que vestía con una guayabera y un colorinche bermuda, también reportero gráfico, les ofreció carne de lobo marino. No estaba mala. Tenía la textura de carne de res cocida. Esa vez los tres terminaron en la cabaña de López, ubicada en la playa Chanavayita, con unas amigas de éste. Francisca se llamaba la chica con que durmió Samir.
A Sergio siempre le preguntaba por Francisca. Le pareció raro saber que ahora trabajara en una gasolinera, a la entrada norte de Alto Hospicio. No es tema hablar de Francisca, por ahora en ésto.
Después de beber cuatro latas de Tecate, le contó a Sergio sobre el celular y Carolina Martínez. Sergio le dijo que se deshiciera del celular.
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