Monday, November 28, 2011

La Biblioteca/8

El tío era Dios. No dudé que planeó el encuentro con Trinidad. No podía ser de otro modo, por lo menos eso pensé.
Un pago, entonces, era la motivación de Trinidad para salir con nosotros. No sé cómo le pagaba el tío. De ese modo consideré que Trinidad en algún momento debería sacarse la ropa. Era un asunto de tiempo. La otra posibilidad era que Trinidad fuera la amante del tío y en consecuencia, su preocupación hacia nosotros podía calificarse de maternal.
Trinidad no podía ser otra cosa. Nunca había tenido una amiga.
Sin embargo ella se encargó se aumentarme las dudas durante la cuarta noche en que compartimos.
No pienses que soy una mujer tan decente pero no soy lo que te imaginas, me aclaró acariciándome el rostro.

Sunday, November 27, 2011

La biblioteca/7

Sobre el carácter de mi vecino puedo decir que en su adolescencia y juventud fue una persona callada e insegura.
El dinero después le dio confianza aunque nunca superó sentirse menos con la gente de clase alta, a pesar que muy al final de esta historia viviera como ellos y manejara un Audi.
La idea de llevarme a Santa Cruz de la Sierra no fue de él, sino que de su padre según me enteré de regreso por una broma.
-Gracias por hablar por mi hijo porque éste indio como todo indio no habla aunque no es tonto, sabe cuidar bien su dinero y hacer negocios. Ya tiene varias propiedades a su nombre en Bolivia-
Como no tuve padre, no supe que decirle al tío las varias veces que trató de indio al Culebra. Por el tono podría pensarse que lo hacía de cariño.
El tío siempre bromeaba con el apellido y origen de su hijo.

Entiendo que desde su niñez mi vecino tuvo conflictos internos por su apariencia. Tenía la nariz más grande de lo normal y por esto fue blanco de burlas. Le comenzaron a llamar nariz de culebra. Lo defendí varias veces. Sin embargo le incomodaba su apellido materno de origen indígena. En la escuela eran habituales las bromas contra los chicos del interior. Algunos arreglaban las cosas a puñetes. No fue el caso de mi vecino.
Acumuló.
Reventó cuando se vio sobrepasado por la circunstancia como esa noche en el bar cuando Álvaro le pidió una explicación por su ida la noche anterior.
El Culebra le reventó un vaso en la cabeza. Lo agarré del cuello y saqué a la calle. Bufaba. Trinidad fue detrás de nosotros. Eso lo calmó. Trinidad nos pidió disculpas por la presencia de Álvaro y dijo que regresáramos. Los garzones habían expulsado del bar a Álvaro por atormentar a la gente. Nunca más lo vimos. Lydia, su novia gringa, la seguimos viendo en el bar, sin embargo no nos saludaba. Compartía con otros gringos y gringas.
Trinidad se mantuvo con nosotros. En algún momento dudé de su amistad. No éramos personas cultas aunque habláramos casi todo el rato de rock. No éramos bellos y no nos vestíamos como los gringos que llegaban a esnifar al bar. Tal vez el tío la había puesto ahí para protegernos o tal vez, vigilaba al tío. Trinidad además bordeaba los 25 años y al lado de ella, parecíamos pendejos. A ambos nos gustaba. Esa noche El Culebra me contó cosas de su vida que ignoraba como su relación con su padre.
El hecho de golpear al tontorrón lo había desamarrado.
En ese momento no entendí la presencia de Trinidad, pero me dejé llevar por los acontecimientos.

La biblioteca/6


El viaje a Santa Cruz de la Sierra fue confirmatorio.
A la frontera llegamos de noche y salimos de madrugada. De esas horas de congelamiento y puna, recuerdo los pies al intemperie, el rostro quebradizo y el orín de unas cholas viejas. Se amanecieron afuera del puesto fronterizo. Los policías las tramitaron más de lo normal para entrar a Chile. Vimos como le rompieron varias bolsas de maíz. El policía nos buscó la complicidad con una leve sonrisa. Las mujeres los recogieron, los limpiaron y los volvieron a envasar. La policía buscaba droga.
A nosotros ni siquiera nos revisaron.
Luego vino un interminable camino de tierra al lado de volcanes, salares y pueblos grises que no parecían tener habitantes.
Después de una inquietante laguna surgió Oruro. Oruro me pareció como una ciudad de Marte. Bebimos unos jugos de fruta cerca de una plaza, el tío hizo unas llamadas y seguimos. La puna no da hambre.
Cochabamba es más normal que Oruro. Almorzamos, salimos a caminar un rato por los alrededores de la plaza y luego pasamos la noche en un hotel. No había televisión por cable. El tío llegó de madrugada y sus ronquidos se sintieron por todo el piso.
La primera selva que conocí fue la del Chapare. Nos detuvimos para orinar. Vimos mariposas gigantes y sentí aromas nuevos. A ratos la vegetación parecía tragarse la carretera. El tío puso la música de la película La Misión. Mientras El Culebra conducía la Van, el tío le dijo que por ningún motivo se detuviera hasta un control de la policía cerca de Santa Cruz de la Sierra.
Explicó que en ese sector eran frecuentes los asaltos. Luego nos mostró la pistola que había conseguido en Cochabamba para situaciones de emergencia, dijo. Cuando me la pasó, dijo entre risas que su destino y él de su hijo quedaba en mis manos. Después de algunos segundos de contemplación se la regresé.
A Santa Cruz de la Sierra llegamos a mediodía. El tío me comentó que Santa Cruz de la Sierra era como Argentina pues no había indios. Había monumentos en todas las avenidas. Por todos lados había árboles y un tipo de pasto breve que parecía musgo. El color ladrillo estaba en las casas y edificios. No me quedaba claro la dirección de las calles. Los autos no respetaban nada ni a nadie.
El tío manejaba.
El departamento era amplio y estaba cerca de la avenida Equipetrol, donde estaban los karaokes y pubs.
El tío nos explicó el plan.
Nosotros nos quedaríamos cinco días solos en el departamento y aparecería al sexto día. En el séptimo día, que sería un martes nos regresábamos por el mismo camino.
Nos regaló dólares y se fue.
El segundo día conocimos a Trinidad. Fue en el zoológico luego que le pasé la cámara para que nos sacara una foto abrazados con El Culebra delante de las panteras. Al otro día se nos sumó un amigo de Trinidad, Alvaro y Lydia, su novia gringa. Vivían cerca.
Me sorprendió que a El Culebra le incomodara la presencia de Álvaro. El flacuchento de Alvaro era un fanfarrón de esos que hablaban del éxito material de sus padres y que pronto le llegaría un moto Honda. Siempre le respondía con un tono malhumorado. Era fácil. El Culebra estaba celoso de la atención hacia Alvaro. Pensé que era una crisis pasajera, sin embargo El Culebra se ofuscó la segunda noche por una broma de Álvaro. Álvaro hablaba demasiado. Hasta en los momentos de silencio se sentía el golpeteo de sus dientes. El Culebra abandonó el departamento a la medianoche y no regresó hasta la madrugada. En algún momento pensé en llamar al tío y ahí comprendí que habíamos quedado incomunicados. No le di mucha vuelta a eso aunque se puede decir que estábamos a nuestra suerte en el extranjero.
No alcancé a pedirle explicaciones. Cerró la puerta de habitación. Al otro día desayunamos casi a las 13 horas sin tocar el tema. Por esta razón decidí que esa noche sólo compartiríamos con Trinidad pues habíamos quedado de ir a un pub donde tocaban rock en vivo y los garzones vendían líneas de coca.

Friday, November 25, 2011

La Biblioteca/5

En 1991 mi madre hizo construir un doble techo para guardar las cosas que le vendía la gente.
A mediados de ese año salió el tío de la cárcel y celebró una fiesta. Participó casi todo el pasaje. Faltó una familia.
Envidia.
Una semana después esa familia celebró un bautizo. Llevaron un grupo de moda para que tocara frente a su casa. Todos participamos, a excepción del tío y El Culebra. Viajaron a Santa Cruz de la Sierra. Fue el primer viaje de El Culebra a Bolivia.
Cuando regresó me dijo que nos fuéramos a pasar el verano a su nuevo departamento en Santa Cruz de la Sierra.
Me habló de las panteras y Equipetrol.

Wednesday, November 23, 2011

La biblioteca/4

Pudo ser coincidencia, pero con la democracia nuestro barrio mutó.
Quienes antes miraban de frente, miraron hacia el lado o hacia abajo como si buscaran maíz para picar.
Había entrado la pasta base.
El barrio comenzó a derretirse con las nuevas casas que entregó el gobierno y con las tomas de terreno. La puerta de mi casa nunca más quedó abierta.
Aunque Alemania ganó el Mundial de Fútbol, para nosotros los campeones fueron Maradona y Caniggia.
Al póster de Jorge González mi vecino sumó uno de Maradona.
Después del mundial, se llevaron preso al tío. La señora Chepa y El Culebra, a veces juntos y otras por separado, comenzaron a almorzar en mi casa.
El Culebra intentó estudiar en la escuela nocturna, pero duró dos meses.
La Navidad la pasamos juntos. El tío se las arregló para enviarle a la tía una cadena de oro y un santo de yeso de casi dos metros.
Era San Lorenzo de Tarapacá, a quien también conocen como Lolo.
La señora Chepa comenzó a rezarle al Lolo para que el tío saliera de la cárcel y todo regresara la normalidad. Mi madre acompañó en los rezos a la tía.

Tuesday, November 22, 2011

La biblioteca/3

En 1989 llegó la política.
La gente del barrio se ordenaba como de izquierda o de derecha. Ser de derecha era ser partidario de Pinochet. Nadie tenía muy claro que sucedería después de Pinochet.
Con mi vecino estábamos más preocupados de la eliminatoria para el Mundial de Italia 1990. Chile debía ganarle a Brasil en el Maracaná para clasificar. Había equipo. Teníamos al Pato Yáñez.
En política mi familia era una mezcla rara. Después entendí que esa mezcla pudo llamarse Concertación, o sea eran de derecha e izquierda a la vez.
El tío, el papá de El Culebra se definía de centro aunque fue el primero a quien le escuché la palabra apolítico. Apolítico sonaba como Apolo, el dios griego.
En el barrio, sin embargo, todos pensaban que el tío era de derecha. Mi madre decía que el tío fue muy amigo de la CNI. Con el tiempo y por conversaciones con mi vecino, uní cabos y entendí que el tío fue chantajeado por la CNI y después por la Policía de Investigaciones.
En algunos cumpleaños de El Culebra, el tío ya bebido contaba anécdotas.
Una vez contó como se deshizo de un burrero en el altiplano que lo había salvado a él. Recuerdo sus palabras: El desgraciado calló y yo me quedé con el burro y la droga.
El viejo se me había cruzado en el camino, dijo.
También contó que un amigo de la CNI lo invitó a la tortura de una mina comunista.
Lo más triste de 1989 fue cuando al Cóndor Rojas le tiraron la bengala en Brasil. Eso quisimos creer. Odiamos a los brasileños. Ese domingo fue la primera vez que nos emborrachamos con mi vecino. Fue una botella de pisco Capel que nos regaló el tío.

La biblioteca/2

Lo habitual es contar de atrás hacia adelante. Entonces bajemos hasta el año 1988, cuando mi vecino, El Culebra, decidió no estudiar. Era junio y él iba a repetir. Ambos cursábamos primero medio en un liceo público.
Cuando surgió la idea de la biblioteca me ganaba la vida como profesor de inglés en el mismo liceo donde estudiábamos con El Culebra.
Al igual que El Culebra, no siento un apego especial por el dinero ni tampoco me gusta exhibirlo. Siempre le recordé que ésa era su virtud. Tal vez por esa razón la biblioteca duró casi 8 años.
En la casa de El Culebra no armaron escándalo una vez que dejó de estudiar. Con el tiempo la decisión fue calificada de oportuna. Eso le escuché decir a su madre. Nuestra relación de vecinos y amigos continuó normal. Nos juntábamos después de que yo llegaba del liceo a grabar música de la radio. Su radio era tres veces más potente que la mía. Por esto prefería grabar en su casa. Le gustaban Los Prisioneros. Tenía un póster de Jorge González en su pieza. También le gustaban bandas de heavy metal como Accept o Judas Priest. Años después Jorge González tocó afuera de la biblioteca y agradeció a El Culebra en nombre de todos los artistas chilenos.
A las 10 de la noche estábamos durmiendo.
Ambos nos levantábamos a las 7 de la mañana. A las 7.30 yo me iba al Liceo y él partía en el furgón junto a su padre.
El comenzaba a aprender el negocio.
El negocio de la cocaína.
Así terminamos el año 1988.

Saturday, November 19, 2011

La biblioteca/1



Aunque nunca manifestó interés por la literatura y si lo sorprendí leyendo alguna vez fueron las páginas policiales y deportivas del diario, mi vecino levantó en el barrio la biblioteca pública más importante de la ciudad.
Fue puro y simple altruismo.
Lo hizo porque en un momento no sabía qué hacer con su plata. Era finales de julio de 1998 y él venía llegando desde Francia, después de seguir la participación de Chile en el Mundial de Fútbol. Todo comenzó cuando me obsequió una camiseta del Real Madrid firmada por Iván Zamorano. En esa ocasión conversamos largo rato sobre sus similitudes con los futbolistas famosos hasta que me reveló su intención de hacer algo importante para el barrio. Algo así como una obra social que trascendiera. De inmediato le dije que una biblioteca. Aprobó pues su madre, la señora Chepa, hoy fallecida, nunca aprendió a leer.
Esta es la historia sobre cómo una biblioteca se transformó en el centro cultural de la ciudad y de manera indirecta, según lo que dicen, bajó el nivel de delincuencia y estancó la drogadicción en el barrio. Los chicos comenzaron a interesarse por autores como Roberto Bolaño o Julio Ramón Ribeyro. Luego exigieron autores cada vez más extraños. Casi siempre les cumplimos. Llegamos a tener prestadas 60 Estrellas Distantes y casi un centenar de 2666. Sin embargo no tuvimos buenas experiencias con los escritores pues algunos estuvieron más preocupados de la falopa que de enseñar. En estos días he recibido varios abrazos virtuales de los escritores y preguntas sobre el destino de los libros.
Sin embargo comenzaré contando el origen de todo pues si no hay de esto, no existe lo otro.
El culebra, mi vecino, comenzó formalmente a los 22 años. Le enterraban cocaína cerca de la frontera con Bolivia y él la desenterraba.
Hasta cierto punto la biblioteca fue producto de los desentierros.



Foto: Sergio Dávalos.