Volvió Fujimori, volvió el chino, volvió el príncipe de los pobres, volvió el dictador, volvió el asesino, volvió el ladrón para quedarse en el cubículo ratón de una cárcel musgosa tramando el golpe de estado porque aquí los presidentes corruptos son reelegidos -dice Bayli- como Alan García, con su porte de ropero, dirigiendo este país partido y robado y que todavía roban y yo, como chileno, fui parte de ese delito por los milicos de la Guerra del Pacífico o Guerra del Guano o Guerra de mierda que usurparon la biblioteca de Lima, la memoria de Perú, para embarcarla como trofeo de guerra a Valparaíso y después a Santiago, por un asunto de orgullo, vanidad, matonaje y facismo porque toda la riqueza de los derrotados confluye en Roma o Berlín o Londres o Washington o Santiago, y por eso Tati me recalca que nunca me darán un buen trabajo por acá porque la mayoría odia a los chilenos y el aire acondicionado se echa a perder y ella se levanta a encender el ventilador y su cuerpo bronceado desnudo, delgado con sus senos pequeños y duros me hacen pensar en seguir acá hasta el final y ella me dice que sólo la veo como un objeto sexual y no podría verla de otro modo, no, y hasta el zumbido de su orín me suena exquisito y me responde que está todo bien y enciende la ducha y pienso en Janet Leigh de Psicosis y siente escurrir el agua sobre su cuerpo y reviso la habitación y no hay cuchillos, ni puntas, ni nada como para sentir su sangre y ella me invita y en mis tímpanos retumba la música de Bernard Herrmann y la atenazo por el cuello con el brazo que resbala por su piel jabonosa y con la otra mano aprieto su cuerpo al mío y ella abre un poco las piernas y la penetro, y el agua nos golpea y parecemos dos cuerpos desnudos en una calle lluviosa, bailando, moviéndonos, desgastándonos y explotamos y nos quedamos detenidos mirando como el hoyo de la bañera se engulle nuestra resina felicidad.
No comments:
Post a Comment