Saturday, September 29, 2007

24.

Tati me besa en afán de despedida para recluirse en su Taj Mahal que tiene la escalera del palacete de Vivien Leigh en “Lo que el viento se llevó” y ella se cree Vivien Leigh en una fantasía absurda donde Montesinos es Clark Gable, le digo, y compunge el rostro como si tuviera destemplado sus dientes, y se sube a su 4x4 Dodge, que parece un tanque gringo en medio de estas callejuelas de Ica que tienen algo del Viet Nam o Camboya de las películas gringas de Chuck Norris y el periodista, que ya estaba con nosotros, me invita a beber algo y entramos a un restaurant donde pedimos cervezas y dice que el geólogo M, viene para acá, ahora, a las 17 horas, porque quiere acompañarnos hasta Lima, a Barranco, al puentecito de los enamorados para lanzar una rosa al vacío -le digo-, y dice que quiere presentarnos a un chileno que tiene un bar en Barranco, donde hay de todo, y pienso en las fosas del geólogo M, y el periodista agrega que el geólogo pagará todo y mierda, le digo, cómo ese gueón no se enferma con tantas cagadas que se mete en el culo, jejeje, y el periodista me pregunta si me enamoré de Tati, y no le respondo porque no me parecen confiables esos tipos recién llegados que visten distinto y recuerdo el tono amenazante del reportero gráfico y su rabia, y su asco hacia nosotros, y nos trataba de asquerosos hasta que el negro lo golpeó y le rompió la Nikon, y el gueón se fue odiando y Tati me decía que Montecinos lo hubiese encerrado en un subterráneo hasta que pasara como desaparecido y el periodista contesta el teléfono, y me hace una mueca para que nos vayamos y afuera está la española que tiene el pelo mojado, unos lentes oscuros y un apósito en el brazo, y dice: manya, vamos a ver que pasa por una escuelita que conocí por allá. No seas estúpida, le dice el periodista mirando hacia dentro del bar, como si esos tipos fueran policías.

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